Casas Rurales de Alquiler Completo y Apartamentos con Jardin

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Un jardín es algo más que un jardín. Es un lugar mágico donde cada noche un equipo organizado de hadas y ninfas toman el control de estanques, senderos y parterres junto a invernaderos, cenadores y cobertizos. Los primeros rayos de luz anuncian retirada, dando pie a la apertura de puertas para los incrédulos humanos que creen poseer virtudes terrenales con los que domar la indómita naturaleza. Seamos condescendientes, dicen la hadas y dejemos que disfruten del jardín francés, vertical, inglés, romántico, clásico, árabe o japonés. Para ello Rusticae propone buscar una buena tribuna desde donde ser parte de esta apasionante escenografía, en alguna de sus maravillosas casas rurales completas y apartamentos con jardín.

Hablando de jardines, no seremos nosotros quienes nos metamos en uno al que no nos llamaron, y dejaremos a los maestros de la palabra que nos abran las puertas a tan gentil vocablo que tantas cosas buenas nos evoca. Escribía Machado en su poema Jardín: “Lejos de tu jardín quema la tarde inciensos de oro en purpurinas llamas, tras el bosque de cobre y de ceniza. En tu jardín hay dalias. ¡Mal haya tu jardín! ... Hoy me parece la obra de un peluquero, con esa pobre palmerilla enana, y ese cuadro de mirtos recortados...,Y el naranjito en su tonel... El agua de la fuente de piedra no cesa de reír sobre la concha blanca.”

El genial Alberti, en el poema Elegía escribía: “Las cochinillas de humedad, las mariquitas de san antón, también vagaba la lombriz y patinaba el caracol. Infancia mía en el jardín; ¡reina de la jardinería! el garbanzo asomaba su nariz y el alpiste en la jaula se moría. Infancia mía en el jardín: la planta de los suspiros el aire la deshacía”.

El inconmensurable Octavio Paz sucumbió a la belleza del término en su poema Jardín dedicado a Juan Gil Albert: “Nubes a la deriva, continentes sonámbulos, países sin substancia ni peso, geografías dibujadas por el sol y borradas por el viento. Cuatro muros de adobe. Buganvillas: en sus llamas pacíficas mis ojos se bañan. Pasa el viento entre alabanzas de follajes y yerbas de rodillas. El heliotropo con morados pasos cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta: el fresno y un meditabundo: el pino. El jardín es pequeño, el cielo inmenso. Verdor sobreviviente en mis escombros: en mis ojos te miras y te tocas, te conoces en mí y en mí te piensas, en mí duras y en mí te desvaneces.

El penúltimo poema que leeremos en cualquiera de las casas rurales completas y/o apartamentos con jardín Rusticae es el de Marilina Rébora El Antiguo Jardín: “El antiguo jardín quedó abrazada al muro, amante, la glicina, y grávido de frutos de oro, el limonero; la cola de tijera mostró una golondrina y el gorrión revolando, de píos mensajero. Debajo de los árboles era la hierba fina que peinara amoroso, a diario el jardinero; la estrella federal sangraba en cada esquina y, cual si fuera única, en su patita, el tero. Así pasó el jardín de mis juegos de otrora paraíso de sueños, tierra de fantasía para que la nostalgia lo añore tanto ahora. Aunque la vida mata, de a poco, acaso, es cierto y queremos volver a la simple alegría de un jardín, unas flores, un vergel o algún huerto”.